Imatge: Rafael López
El atrevimiento de la incultura
no tiene límites. Cuando los incultos tienen la capacidad de gobernar la
extralimitación llega a extremos enfermizos. En los últimos tiempos, la
barbarie de la incultura la ha vuelto a tomar con la lengua catalana, y los
tontos y los incapaces han empezado a aplaudir. Ya se sabe: me refiero a las
actitudes extremamente hostiles de los gobiernos de las Illes Balears y de
Aragón en contra del catalán. En el último caso, la broma es que el gobierno
aragonés, para no denominar a la lengua catalana por su nombre, la ha
rebautizado como “aragonés oriental” (sic). Una vez más, la ignorancia
galopando de forma desenfrenada, los atrasados, los del cerebro baldío
confundiendo la política con el conocimiento, atacando a una lengua para
congregar simpatías políticas, no por merecimientos propios, ellos que nos han
sumido en esta espectacular crisis moral, sino por el simple deseo de
enfervorizar a los estúpidos, a los ignaros. Hace años ya se aceptó ese ataque
a la razón que supone considerar que el catalán y el valenciano son lenguas
distintas cuando la ciencia —y el sentido común— saben que eso no es así. Y,
claro, cuando la razón es contrariada, los crápulas se sienten tan a gusto en
el marasmo de la sinrazón.
No me preocupan los que me
insultarán por mis opiniones. La
incultura es un virus que se propaga con
facilidad, el ataque a la lengua catalana —y a sus hablantes—es un síntoma de
estar incubando ese virus, los que vociferan en contra del catalán sin
conocerlo demuestran que ya han desarrollado sin remedio la enfermedad.
Insisto, los enfermos de barbarie no me preocupan. Me inquietan mucho más los
que callan. No entiendo a los españoles cultos que, frente al brutal ataque a
una lengua por motivos estrictamente políticos, responden con el silencio.
Se puede disentir de la política
de todos los gobiernos, pero nunca se debería atentar contra la dignidad de
unos ciudadanos que hablan una lengua más, distinta a la común de España, según
los textos legales vigentes. Esos ciudadanos deben ser protegidos y las lenguas
que hablan (no solamente una, todas las que pertenecen al acervo cultural de un
territorio), también. Los que vociferan (esto es, los enfermos) y los que
callan cómplicemente, vuelven a dejar claro que la convivencia con los incultos
prepotentes es imposible. La crisis económica produce dramas humanos tangibles;
la crisis moral, la que produce que los ignorantes, los rabiosos, los patanes
puedan llegar a gobernar, no se nota en primer término, pero los resultados son
potencialmente devastadores.
La lengua catalana no era igual en todos los lugares en los que se hablaba. Lo que ha pasado es que dentro de Cataluña se ha igualado debido a los medios de comunicacion y la obligacion de estudiar el idioma en los centros. En otras zonas catalanoparlantes fuera de Cataluña, el idioma a evolucionado de forma distinta al catalan como lo conoceis, por eso en mi opinion no puede llamarse catalan. Llamalo aragones oriental o catalan occidental, pero no es el mismo idioma que el catalan.
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